domingo, 11 de octubre de 2015

Romperse con el primer llanto

Todos hemos oído alguna vez el llanto de un niño, yo también, pero ninguno como el que escuché mi primer día de prácticas en el hospital. Cuando me enteré de que el servicio que me había tocado era pediatría las sensaciones y emociones se empezaron a agolpar y el primer día los nervios comenzaron a aflorar. El servicio me encantaba, pero creía que me iba costar mucho contener las lagrimas en algunas situaciones.
Eso fue exactamente lo que me pasó con ese primer llanto que escuché al subir a la planta. Es duró ver como un niño llora porque le están haciendo daño y escuchar salir de su boquita frases como "miedo mamá, tengo miedo" o "socorro, me duele mucho, socorro". Además el dolor del niño se reflejaba en su madre, que como muchas otras que pude ver en lo que estuve allí, no soportaban ver a sus niños así, sufriendo de esa forma y tenían que salir.
Situaciones como esa, se sucedieron durante todas las prácticas y es mentira que con el tiempo deje de doler. Las enfermeras no se insensibilizan con el dolor de los niños, por muchos que hubiesen pasado por sus manos. 
Cada niño y cada situación es un mundo, pero el que más y el que menos te pellizca un poquito el corazón y puede que te haga ver la vida de otra manera y ser más humana.
Aprendí sobre todo, que una enfermera en pediatría no solo tiene que ser eso, una simple enfermera, sino mucho más. Tiene que tener siempre una palabra de aliento para esas madres que sufren, una sonrisa y paciencia para poder escucharlas siempre que pueda. Para los niños voces suaves y tranquilizadoras y gestos que les hagan perder el mido y sentirse seguros. La enfermedad es dura pero hay que hacerla para ellos lo más pasajero que se pueda, con besos, abrazos y sonrisas.

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